sábado, 8 de febrero de 2014

Lengua: Lenguaje Escatológico




De unos años para acá en el común de la gente se ha despertado un interés por las cuestiones relativas al lenguaje, su uso adecuado o inadecuado.Se escucha por todos lados "nuestro lenguaje está en decadencia", "el venezolano no sabe hablar". Lo cierto es que como todos lo hablamos, también todos nos sentimos comprometidos a opinar sobre algo que pertenece al colectivo. Claro está que para hablar de un tema que todavía se considera tabú, como este, hay que atenerse a puntos de vista muy objetivos y desprejuiciados. Hay que avisar a los lectores que nos tomaremos la libertad de mencionar algunas palabras que forman parte de un territorio lingüístico particular, "el lenguaje escatológico", considerado por la gracia popular como groserías. 

El miedo al pudor, la moral y las buenas costumbres han hecho de ellas intrusas del lenguaje; la religión y las academias las marginaron por siempre, hasta el punto de ser prohibidas en la mesa, la familia, la escuela y conversaciones. Pero aun así, su poder comunicacional, fuerza emotiva y espontaneidad han sido suficientes para que no desaparezcan y continúen proliferando en los letreros de baños públicos,en las conversaciones de amigos muy amigos o entre parientes desprejuiciados. En años anteriores el machismo lingüístico las permitió en ciertos casos sólo para los hombres como si fueran un privilegio genético. Actualmente, las desinhibiciones de la época y las nuevas generaciones las ha democratizado un poco más.

Ahora bien, los medios satisfacen necesidades emotivas con interjecciones ridículas como !córcholis¡, !cáspita¡, !rayos!, !caracoles!, !centellas!. El caso de Popeye es bastante singular, puesto que en lugar de expresiones como !no joda¡ o !coño¡ prefiere el inofensivo eufemismo ¡que el diablo nos lleve!

De mi parte, siempre he dicho a mis alumnos que las llamadas escatologías son intensas pero a veces necesarias. No es lo mismo "recordarle la progenitora" que "mentarle la madre" a alguien que ha ofendido tu dignidad. En ciertos contextos familiares puede resultar casi ridículo exclamar “¡outch!” cuando te has dado tremendo coñazo en la espinilla y solo te provoca gritar “¡coooño!”. Ni que fueras Batman o Robin.

Vuelvo con el cuento del señor maracucho a quien escuchamos en la plaza Bolívar de Maracaibo. El grupo con el que discutía lo estaba imprecando y a coro le decía “¡traidor, coño’e tu madre!” Pues para él la salida más honorable fue llamarlos a todos “¡mamagüevo’e perro!”. Si se quiere, haberles respondido con un “¡imbéciles!”, "¡estúpidos!" o (incluso) "¡la tuya!" habría sido interpretado por quienes lo ofendían como torpe y hasta fuera de contexto, sino amanerado.

Porque hasta las escatologías tienen su contexto. Y no usarlas cuando se las precisa, puede resultar nocivo para la salud. En esto de los usos del lenguaje, a la gente que se cree más que los demás y que alega no usar ¡jamás! las llamadas groserías porque le resultan propias del vulgo (he allí la censura y discriminación solapadas), le parece gracioso y hasta totalmente permisible que en las películas gringas los personajes repitan hasta la saciedad las expresiones shit, fuck you, son of the bitch cada vez que se les antoje. Y si se trata del francés no digamos las veces que en los coloquios parisinos se repiten las candentes voces ¡merde! o ¡connard! (equivalente francés al gilipollas peninsular, creo).

A veces a los puristas criollos hasta les suena chic o cool que los anglo y francoahablantes hablen de ese modo tan “gracioso”. Y para no marchar tan lejos digamos que en situaciones informales los españoles “conjugan” las palabras mierda, culo y cagar en todas sus “acepciones posibles”. Así como tenemos una gramática zuliana del vocablo “verga”, muy bien pudiéramos hacer el mismo ejercicio con estos tres términos y sus usos en la península ibérica. Lo que diría un conocedor es que prácticamente las han resemantizado, ya no son escatologías, como quizás siguen siéndolo en algunos países hispanoamericanos. Por eso es casi una situación de chiste cuando los peninsulares expresan “hacer de(l) vientre” para referirse al acto de expulsión anal de los excrementos. O sea, luego de cagarse hasta en la virgen, pues dicen “hacer del vientre” cuando es la hora de acudir al váter. 

El DRAE cataloga cagar como verbo intransitivo malsonante y agrega como su primera definición: “evacuar el vientre”. Más adelante indica además que la locución que te cagas (también tipificada como malsonante) significa “muy bueno, excelente”: “esta paella está que te cagas”).

En otras entradas, el mismo DRAE alude a “exonerar el vientre” como “descargarlo de excrementos”, lo que también puede expresarse como “hacer de(l) vientre”, creo que la más usada al menos en predios castellanos.

En esto mi tía Eloína se la dio siempre de castiza. Cada vez que requería ir a la letrina a defecar, solía decir que necesitaba “hacer del cuerpo”. Debido a ello, una de mis primas (expósita, igual que yo) bromeaba cuando quería hacerla rabiar y se esmeraba gritando:

 “¡Ya vengo, voy al baño a cagar¡

Mi parienta saltaba furibunda y le recriminaba:

-¿Mirá vergajita, coñita, cagoncita, mierdita! Hay muchas maneras de decir que vais al sanitario sin utilizar esa palabra tan fea. ¡Cagar no es de muchachas decentes y de clase como vos! Podéis decir defecar, deponer, ensuciar, hacer del cuerpo, hacer pupú, poner la grande, agacharse... ¿qué sé yo cuántas más?, ¡pero no cagar, chica! ¡Las señoritas como vos no cagan!

-¡Bueno –respondía mi prima con evidente sorna- pues entonces la próxima vez voy al baño, defeco, depongo, ensucio, hago del cuerpo, hago pupú, pongo la grande, me agacho...! Y… ¡ finalmente cago! ¿Te parece? 

Era muy particular mi parienta. Aunque de cada diez palabras que pronunciaba cinco eran de las catalogadas pudibundamente como “groserías”, se empeñaba en enseñarnos que, debido a su condición de “madre superiora”, ella “tenía derecho” a utilizar cuantas le diera su realenga gana, pero nosotros no. Por lo general, nos corregía cada vez que decíamos algo fuera de lugar y nos conminaba a utilizar algún eufemismo que reflejara nuestra condición de asistentes a la escuela.

Lo mismo ocurre con algunos hablantes puristas venezolanos, “inmaculados” y cuidadosos ante el lenguaje de los que consideran por debajo de su “estatus social”, “posición económica” o “jerarquía escolar”. Sin embargo, se despepitan de la risa cada vez que escuchan que un español que habla en la tele dice que lo tienen “hasta los huevos”, que se “caga en la leche”, o conmina a alguien “a tomar po’l culo”. Ergo, en otras latitudes, con otros hablantes de otras dimensiones u otros idiomas, hasta les resultan "musicales" y chistosas algunas expresiones que dichas en nuestro humilde ambiente hispanomericano pueden hasta ser consideradas delitos de esa patria lingüística. 

Así es esto del verbo. Así somos los hablantes, a veces sin saberlo. Contradictorios. Discriminadores. Censores agazapados en permanente vigilia ante lo que contradice nuestras creencias y preferencias.

En conclusión, no se pretende con estas apreciaciones secretar la popularización del léxico escatológico del español de Venezuela. En todo caso, eso es una tarea que ha correspondido a los hablantes mismos, independientemente de academias, profesores, consejeros o de otros factores de censura. Eso si, se hace imperativo que los que investigan el lenguaje se preocupen más por su estudio y su presencia en los hábitos verbales del venezolano.
 En realidad, no hay que abusar mucho de ellos, para que se conserven; no es necesario promocionarlos como "monerías"en las expresiones infantiles. Sin embargo, tampoco debemos sentir que hemos perdido la vergüenza ni que hemos incurrido en el irrespeto más vil, cuando las circunstancias del entorno en el que dialogamos con alguien  requieran de la expresión de alguno de los términos. Son nuestros hábitos sociolingüísticos y el papel que jugamos como hablantes dentro de un contexto determinado, los que nos indicarán dónde caben y dónde no. En último caso, tengamos en cuenta que son tan buenas palabras como las otras, regidas igualmente por patrones de uso, de acuerdo al contexto situacional y en muchos casos a nuestros valores. Mis vecinas lo saben muy bien, aunque a veces gritan demasiado.  

¡Joder!

Referencias
Luis Barrera Linares. 
Lingüista venezolano

2 comentarios:

  1. Bueno, las escatologías también son modismos, aquí en México tiene otro significado o varios, últimamente se escuchan mucho en televisión como si fuera normal, yo creo que hasta exageran, se dice " Vete a la mierta!! para madarlo a la chingada; sabe a mierda. sabe feo; la cagaste, la regaste, te equivocaste; Eres una mierda. eres una mala persona; esta bien cagado!, está chistoso; cágalo cágalo! Insultalo; y no olvidar esa famosa canción de Juanes de la "camisa negra" que a mí me provoca risa, "Lo que ayer me supo a Gloria, hoy me sabe a pura....miércoles por la tarde...y tu que no llegas" Saludos y muy interesante.

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  2. Saludos María Morales, gracias por revisar el blog.

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